Los suscriptores del Newsletter que cada martes envía puntualmente INFODRON.ES comprobarán como dos de sus noticias se centran esta semana en el desarrollo de nuevas técnicas agrícolas ligadas a los RPAS. No es una coincidencia, sino toda una tendencia en aumento.
El aprovechamiento agrícola de las aeronaves no tripuladas está viviendo un boom lógico por la cantidad de aplicaciones rentables que se puede extraer de estos sistemas en el campo pero también por la paradoja de la lentitud con la que la legislación está integrando el uso comercial de estas tecnologías.
El primer punto, el de la rentabilidad intrínseca de estos aparatos en el campo, lo cifró hace unos meses la consultora internacional Pricewaterhouse Coopers (PwC) en un estudio denominado con toda elocuencia Clarity from Above (Claridad desde Arriba). El trabajo concluye que tras el sector de las Infraestructuras, la agricultura es la actividad con mayor potencial de negocio en la aplicación de drones, y con gran diferencia sobre las siguientes. Supera en más del doble a la cantidad estimada para el transporte, triplica al sector de la seguridad, casi cuadruplica al del entretenimiento y los medios de comunicación, quintuplica el de las aseguradoras y las telecomunicaciones y multiplica en cerca de ocho veces el negocio calculado en torno a la actividad minera.
El uso de RPAS agrarios supone un negocio potencial de 32.400 millones de dólares, según los expertos de PwC, un pellizco más que suficiente como para que centenares de empresas se hayan lanzado a especializarse en el uso de drones para mejorar la producción de los cultivos.
Estos aparatos ya son capaces de medir múltiples variables de cada una de las plantas para conocer qué necesidades concretas de agua, abono o fitosanitarios tiene cada una, y en algunos casos incluso aplicarles la cantidad precisa de cada elemento desde la propia aeronave. Y mucho más: los RPAS son capaces de informar desde la idoneidad del suelo hasta ayudar a localizar el punto preciso donde conviene sembrar cada planta.
De momento solo 23 de los 1.719 operadores de RPAS registrados en la Agencia Estatal de Seguridad Aérea declaran directamente entre sus actividades la agricultura, casi en todos los casos la denominada agricultura de precisión. Pero la realidad es que son muchas más las que prestan servicios a las explotaciones agrarias, a través de actividades como los levantamientos topográficos y la fotogrametría, unos trabajos que desarrollan prácticamente todos los registrados, 1.704 en total, según el último listado oficial, publicado el pasado viernes.
Semejante oferta viene también impulsada por una legislación muy restrictiva con el uso de drones en multitud de entornos. Las empresas tienen claro que el potencial comercial de la tecnología es enorme, pero sus ansias de aprovecharlo se ven muy limitadas por una normativa que en España aún es transitoria, y así lleva dos años. La imposibilidad de formar Gobierno arrastrada desde hace meses no augura una entrada en vigor rápida de una nueva regulación más aperturista, por mucho que desde distintos foros, principalmente oficiales, se hable de ella como si fuese a llegar en una semanas.
En este contexto, las dificultades para operar con drones sobre áreas urbanas, aeropuertos o infraestructuras deja el campo abierto casi como único espacio posible para que puedan alzar legalmente su vuelo. Y en el campo lo que hay en gran medida son cultivos, un espacio libre de obstáculos donde estos ingenios pueden maniobrar a sus anchas.
Bayer estima que la introducción de nuevas tecnologías en el sector rural que incluyan el uso de drones permitirá ahorrar entre un 18 y un 20 por ciento en la explotación de los cultivos. La multinacional alemana ha creado un programa de modernización agraria denominado Zoner que incluye estos sistemas no tripulados y al que va a dotar con 200 millones euros. Toda una declaración de confianza en lo que estos aparatos pueden aportar al campo.
Tras años de tecnificación de regadíos y otros avances (fitosanitarios, abonos, plaguicidas) que habían llevado al agricultor a dejar de mirar el cielo buscando nubes y climatologías propicias como principal elemento para la buena marcha de sus cultivos, ahora muchos de ellos vuelven a alzar su mirada. Ya no buscan tanto cúmulos o nimbos como el vuelo a unos aparatos que le pueden ayudar a rentabilizar su cosecha en términos próximos a la revolución tecnológica.