Los drones en Ucrania, enseñanzas para obtener capacidades
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Los drones en Ucrania, enseñanzas para obtener capacidades

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Dron Bayraktar TB2. Foto: Baykar
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Las operaciones en Ucrania no son las primeras en las que se han utilizado drones en combate, pero sí es donde están adquiriendo un papel más relevante. Ambos bandos utilizan sistemas no tripulados en una amplia variedad de misiones. El empleo de drones de pequeño tamaño, a menudo actuando en enjambres, está situando a los sistemas robóticos en el centro de la modernización de los Ejércitos. Aunque hay que ser cuidadosos antes de introducir cambios radicales en las estructuras de fuerzas militares, la realidad es que se está produciendo una rápida expansión de los drones y que es preciso contar con ellos para mantener la superioridad operativa. Eso implica desarrollar políticas adecuadas para responder a las necesidades de los usuarios y también que las posibilidades de los nuevos sistemas sean asimiladas, lo que requiere personal formado y procedimientos de empleo adecuados.

Se busca la tecnología más avanzada, pero en ocasiones puede ser más práctico partir de niveles menos ambiciosos, contando con recursos que estén fácilmente disponibles, para poder disponer de capacidad real de obrar en caso de conflicto. Por ello es importante estructurar la relación entre usuarios e industria para que se pueda disponer de sistemas con capacidades suficientes, que puedan evolucionarse a través de la comunicación continua, lo que facilitará la disponibilidad real en caso de conflicto.

El valor de la experimentación

Las operaciones militares necesitan plataformas resistentes con autonomía suficiente y capacidad para operar en condiciones seguras. En Ucrania se ha extendido el empleo de sistemas civiles, pero no son suficientemente robustos para sobrevivir en el campo de batalla y tienen sus limitaciones. La demanda civil no requiere operar en ambientes hostiles donde un oponente busca activamente la destrucción del sistema o su neutralización. La seguridad de la operación frente a interferencias y la gran demanda de comunicaciones son características clave para los sistemas militares. Por otra parte, el desarrollo de sistemas civiles se hace con mayor libertad en cuanto a parámetros de diseño (tamaño, peso y potencia) o condiciones de operación (ruido).

En cualquier caso, se ha demostrado en Ucrania que es mejor utilizar algo que no tener nada. La “militarización de drones requiere un plus de ingeniería que necesita esfuerzo y tiempo, lo que obliga a tener previsto la convergencia de las tecnologías comerciales con las necesidades militares desde tiempo de paz.

En muchos países se han desarrollado diferentes líneas para apoyar las actividades de las empresas, incluyendo PYMEs y startups, para que las iniciativas que desarrollan tengan viabilidad y puedan estar disponibles en tiempo y forma. Las actividades para fomentar la innovación se han impulsado como consecuencia de la guerra. En esta línea la experimentación de sistemas en colaboración con las unidades operativas es tan necesaria o más que las inversiones. En Estados Unidos se ha llegado a diseñar ejercicios específicos para experimentación, como el EDGE22 con el foco en el uso táctico de enjambres.

No solo hace falta dinero. Hay que actuar de forma colaborativa entre clientes y suministradores, para que las nuevas tecnologías puedan realmente proporcionar mejores capacidades a las unidades de combate. La relación continua entre industria y usuarios está en el centro de la cultura de la innovación. A menudo se menciona el triángulo virtuoso formado por universidades, empresas, Fuerzas Armadas. Un ecosistema que hay que estructurar de tal manera que los desarrolladores de tecnología, los industriales que la tienen que integrar y los usuarios que tienen que emplearlos, mantengan una colaboración y diálogo continuo y se favorezca el intercambio de información entre ellos. Esta relación, en la que todos ganan, dará viabilidad y ventaja técnica, comercial y operativa a los desarrollos.

Políticas adecuadas

Más allá del plano técnico se está demostrando la importancia de establecer políticas y estrategias a largo plazo. Algunos ejemplos pueden ser ilustrativos.

El desarrollo de drones en Irán se inició en la década de 1980, siguiendo el ejemplo de lo que había hecho Israel desde los años 70 para desarrollar capacidades propias partiendo de copias de sistemas extranjeros. El gobierno iraní creó la empresa Qods Aviation que en 1985 puso en vuelo el primer modelo de su dron Mohajer, que desde entonces ha evolucionado en diferentes versiones. En paralelo HESA inició un programa para fabricar drones sobre la base de su familia de aviones blanco, que a mediados de los 90 permitió la puesta en servicio de los primeros modelos de la familia Ababil para misiones ISR y que han evolucionado hasta tener capacidades de combate. HESA ha suministrado a Rusia sistemas Shahed que han actuado en Ucrania, sobre infraestructuras críticas, con capacidades loitering limitadas, o como misiles crucero de bajo coste. Los desarrollos de drones iraníes se han acompañado por el establecimiento de bases y unidades móviles en la costa del estrecho de Ormuz, que permiten tener una capacidad de vigilancia razonable en esa zona, y la posibilidad de actuar sobre el tráfico marítimo y la costa opuesta. Desde 2016 los vuelos de drones iraníes sobre buques occidentales en esa zona han sido constantes.

Más allá del nivel tecnológico que tengan los sistemas iraníes, lo que es un hecho cierto es que las Fuerzas Armadas de Irán cuentan con capacidades interesantes que les han permitido disponer de una fuerza de drones basada en la industria local que ha crecido gracias a una estrategia específica para disponer de autonomía suficiente, aunque con limitaciones técnicas. La experiencia adquirida en el desarrollo, fabricación y empleo de drones de diferentes tipos ha permitido que Irán se haya convertido en una potencia regional en este segmento, aprovechando las experiencias de empleo en Gaza, Yemen, Líbano, Siria, Irak y Afganistán. Una experiencia que mejorará con las lecciones extraídas del empleo de sus sistemas en Ucrania.

Por su parte, Turquía en un marco general de desarrollo de su industria de defensa, inició la expansión en el nicho de los drones hace unos 15 años. Actualmente las Fuerzas Armadas turcas disponen de interesantes capacidades propias con experiencia probada en Irak, Libia, Siria y el Cáucaso. Más aún, el desarrollo de este segmento industrial y sus posibilidades de exportación se ha visto por el gobierno turco como un medio para ampliar su influencia exterior.

Actualmente la industria turca está en una posición de ventaja competitiva en algunos mercados, incluyendo el europeo, que está ampliando con nuevos desarrollos, notablemente de enjambres, sistemas MALE y municiones exploradoras. El sistema Bayraktar, desarrollado por Baykar desde 2014, ha sido uno de los protagonistas en Ucrania. Por su parte TAI ha desarrollado el Aksungur, un MALE de 750 kg operativo desde 2021, y espera realizar en febrero de 2023 el primer vuelo de un nuevo sistema clase III llamado Goksungur. Ambos pueden portar cohetes Cirit de Roketsan, que junto con STM ha desarrollado la munición exploradora Alpagut de 45 kg de peso de los que 11 son carga explosiva, que estará operativa a principios de 2023 aportando capacidades SEAD y de actuación contra infraestructuras fijas o sobre blancos de oportunidad. En este campo de municiones exploradoras la empresa Titra ha desarrollado el sistema Almin de 13 kg de peso con una carga explosiva de 3 y un alcance de hasta 85 km con 75 minutos de autonomía.

En menos de dos décadas Turquía ha pasado de ser un mero comprador de sistemas extranjeros a convertirse en un actor relevante, gracias a una inteligente política de potenciación industrial en colaboración con las Fuerzas Armadas, que ha sido esencial para disponer de unas capacidades, que no llegan al nivel tecnológico de los sistemas de Israel o Estados Unidos, pero que cubren razonablemente las necesidades turcas.

Otro ejemplo de la importancia de fijar estrategias a largo plazo adecuadas a las necesidades y prioridades de cada país, puede ser el de Marruecos que ha emprendido un ambicioso programa de dotación de drones para las FAR junto con medidas de desarrollo industrial. Desde hace unos años Marruecos ha iniciado un plan de modernización militar, impulsado tras los acuerdos de Abraham de 2020 que derivaron en una alianza estratégica con Estados Unidos y significativamente con Israel que ha suministrado diferentes sistemas de drones y cuya industria establecerá dos factorías en la región de Casablanca. La política marroquí plantea una diversificación de suministradores entre los que se incluye a Turquía, que habría suministrado sistemas Bayraktar para actuar en misiones de vigilancia de la frontera con Ceuta y Melilla, así como MALEs occidentales y chinos que se habrían utilizado contra líderes del Polisario en abril de 2021. La experiencia operativa marroquí en el empleo de drones en el Sáhara no es desdeñable. La política marroquí apunta a dotar ampliamente a sus unidades y a convertirse a largo plazo en una potencia regional africana en materia de drones por lo que incide en medidas de cooperación industrial asociadas a las adquisiciones que realiza.

Conclusiones

Los casos que hemos esbozado muestran la importancia de establecer políticas y estrategias a largo plazo para desarrollar tecnologías y sistemas con capacidades suficientes. Los planes de adquisiciones de sistemas deben establecer un marco de relación entre usuarios y suministradores que permita evolucionar las capacidades propias, aunque inicialmente sean limitadas. Actuando juntos nos equivocaremos, pero si sabemos dónde queremos llegar al final tendremos sistemas con capacidades adecuadas a las necesidades operativas propias reduciendo la dependencia exterior para mejorar nuestra capacidad de actuar.



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